domingo, 3 de noviembre de 2013

Manuel, de oficio pastor (Relato)

Manuel, de oficio pastor. Titulación : Doctor en Ciencias de la vida.

Después de completar una ruta por el Puertu L.leitariegos (leáse Cheitariegos), Puertu Zarreu y Puertu Rañadoiru, todavía nos quedaba un margen de tiempo, antes de caer la noche. Decidimos subir hasta el Pozu das Muyeres Mortas, puerto de montaña, que une las tierras de Cangas del Narcea con las de Ibias.

La luz se empezaba a filtrar y dejaba caer sus rayos sobre el Pozu das Muyeres Mortas. Un pequeño rebaño de cabras pasta al lado de la carretera. Pero al alzar la vista hacia la ladera de la montaña, vemos un interminable ejército de cabras descender zigzagéando por una senda casi borrada y que permanece viva gracias al tránsito del ganado caprino.

El rebaño se hace acompañar por media docena de perros mastines, que en un primer instante, nos dieron un buen susto, pero que en palabras de su dueño, solo pretenden acercarse a la gente, a ver si les ofrecen algo de comer. El rebaño va cruzando la carretera y, sin ninguna indicación, emprende un pronunciado descenso camino del cercado que lo mantendrá protegido por la noche de los ataques de los lobos, supervisada su seguridad, por la protección de los enormes perros mastines.

Parece que todo está en orden, que todo sigue su rutina diaria, hasta que irrumpe con fuerza la figura del pastor. Manuel, se hace acompañar por otros dos perros, un pastor de los Pirineos y otro perro de raza indefinida, que son los auténticos guías del rebaño, ellos son los que encaminaban a las cabras por los lugares por donde Manuel quiere que vayan. De la protección ya se encargan los enormes y pesados mastines, pero el ajuste fino, el manejo del rebaño, lo llevan estos dos perros de mediana figura.

Creo que nunca he visto un rebaño de cabras tan voluminoso, de ovejas seguro que sí. Por eso mi primera pregunta fue de asombro. ¿Cuántas cabras traes contigo? A lo que Manuel, rápido y astuto, contestó con otra pregunta “¿Es usted matemático?”. No me quedó más remedio que tomar otra dirección en la conversación pues quedaba claro que esa pregunta no obtendría respuesta. Ante esta clase de preguntas, el propietario del rebaño responde siempre con otra pregunta a la inversa. Tengo un amigo, Pedro, que conoce bien la manera de ser y pensar de los ganaderos .Pedro demuestra su manejo de la situación cuando quiere saber el número de reses de un rebaño entablando una particular subasta. ¿Tienes cinco vacas? “Bueno, alguna más” ¿Entonces tendrás como unas diez? “No hombre, alguna más”. Pedro llegó de esta manera, en algún caso, hasta alcanzar las doscientas vacas que formaban rebaño.

No era cuestión de aplicar la técnica de Pedro, no había mucho tiempo. Las cabras se escapaban monte abajo, era mas importante escuchar, que especular o elucubrar. A fin de cuentas, qué importancia tienen cien o mil cabras, lo importante era extraer experiencias y destilar la sabiduría de la conversación de Manuel.

Manuel, a jirones, va dibujando trazos de su curriculum vitae. Cincuenta años de pastor y cinco más de vida. Solo cuando hizo el servicio militar allá en Cádiz, mil kilómetros más hacia el Sur, abandonó el Valle de Valledor y las montañas, donde su cabras campean y pastan día a día. Allá en Cádiz, bajando por la Ruta de la Plata, mirando el mapa hacia abajo, Manuel se las apañó para ser peluquero, de peluquero ejerció durante el tiempo que duró el servicio militar, nunca lo había sido, y nunca lo volvería a ser. Siguió los sabios consejos de su padre, y su experiencia en trasquilar ovejas la trasladó a trasquilar seres humanos. A veces la diferencia es mínima y otras las ovejas tienen comportamientos, que para nosotros quisiéramos, los que nos hacemos llamar seres humanos. Su eventual oficio de peluquero le llevó a cortar el pelo al Gobernador Militar de la Provincia de Cádiz en su propio domicilio. Por lo visto Manuel lo hizo tan bien, que llegó a escuchar alabanzas por su destreza en el manejo de las tijeras. Vivir para ver, de las tijeras para trasquilar el pelo de las ovejas, a las tijeras para cortar el pelo de los militares.

Sus cabras, su rebaño, sus mastines, necesitan de un pastor que los maneje. No hay vacaciones para Manuel, las cabras comen todos los días, sábados, domingos, Jueves Santo, Navidad, Año Nuevo, Reyes …A Manuel no le queda otro remedio que soltar las cabras del aprisco y encaminarlas monte arriba, en busca de nuevos y rebrotados pastos. Así un día y otro. Manuel, en la soledad acompañada de perros y cabras, va tejiendo pensamientos y reflexiones que une a su manera de ver la vida. Dispone de mucho tiempo para desarrollar la capacidad del ser humano para estructurar pensamientos y reflexiones vitales. Va dejando, a modo de pequeñas sentencias, reflexiones sobre la presencia del lobo, enemigo ancestral de pastores y rebaños. “Cuando éramos muchos más pastores y más rebaños, si el lobo se llevaba dos o tres ovejas o cabras, no tenía mayor transcendencia, ahora, en estos tiempos que corren, no puedo ser la cocina y despensa del lobo”. Por eso arremete contra los políticos, a los que acusa de hacer mas daño que el propio lobo.

El desfile de las cabras, es como una sucesión interminable pero constante. Se observa que muchas de ellas están preñadas. Manuel no tiene ningún inconveniente en admitir que casi todas. Ante esta afirmación, no me queda otra opción, que preguntarle al pastor que con cuantos machos cuenta el rebaño. Ahora si que la cuestión numérica no es ningún obstáculo. ”Solo son cinco machos, pero andan muy listos” contesta Manuel.
A la vista está. Vida más que placentera la de estos machos de cabra, con tanta oferta no creo que tengan que andar en disputas entre ellos.

Va discurriendo la conservación en la parte alta del Valle de Valledor, arrasado en gran parte por un incendio hace dos años. Desde el Pozu de las Muyeres Mortas, se inicia una carretera que termina en Berduceo, allí tiene sus raíces familiares mi amigo Salvador. Me pongo en contacto con él vía telefónica. Primero para saber si está en Berduceo, pues sé de su tendencia a pasar días y temporadas en su pueblo natal. Segundo para preguntarle por el nombre de su casa familiar, que es como se reconoce la gente en los pueblos. Aquí en nuestro pequeño país, en cuanto rascas solo un poco, van apareciendo conocidos en común, que a veces llega a alcanzar un rosario interminable de nombres de personas, de pueblos, de viejas y nuevas historias…

La casa de Salvador, se conoce por la casa Carraputeiro, nombre por el que se conoce en aquellas tierras el Serbal silvestre o de los cazadores (Sorbus aucuparia), árbol que en mi tierra se conoce por cafresna, y que dió nombre a la casa de la familia de Salvador, por estar rodeada de serbales, cafresnes o carraputeiros. El Serbal en otoño nos muestra la belleza de sus hojas de bordes aserrados y cuando se desprende de ellas, emergen sus bayas rojas, que algunos animales como martas y zorros, utilizan como purgante. Ante alguno de sus males, comen las bayas que no llegan a defecar, sino que lo regurgitan. Los caminos y sendas se presentan entonces llenos de estos restos, por lo que da a entender la amplia presencia de mustélidos y cánidos afectados por algunos desajustes alimenticios. Eso lo comprobamos bien en Muniellos por donde un día más tarde transitaríamos.

Cuando, como decía, el serbal se desprende de sus hojas, sus bayas rojas dan un toque de color muy interesante en medio de otras especies de árboles caducifolios, pues este es un otoño que nos sorprende por emerger con demasiada lentitud. De alguna manera, las bayas rojas, destacan sobre las tonalidades tan ricas en matices del otoño, de nuestra querida y amada “seronda” (otoño).


Hecho este pequeño apartado, volvemos a estar con Manuel. Tengo la máquina de fotos en la mano y no me resisto a marchar sin hacerle un retrato. Aunque la verdad es que si me fuera sin el retrato, ya sólo con el fondo de la conversación, me doy por más que satisfecho. Pero los aficionados a la fotografía sabéis de la dificultad que supone separar la vida del visor de una máquina, y aguantarse sin que todo pase por esa manera de ver lo que se nos cruza en el camino. Es como un tercer ojo, que todo lo ve, todo lo observa, todo lo analiza. Por eso a Manuel, le dejo caer la pregunta si le importa que le haga una foto, pero la pregunta queda en el aire hasta que después de unos minutos es él, el que la reclama. Me gustaría haber hecho la foto del pastor con el rebaño, con los mastines, pero me conformo con un retrato a medio contraluz, que prometo hacerle llegar.

Compartir espacio y tiempo con algún parroquiano, en el territorio que le vio nacer, es una oportunidad para conocer de primera mano, el nombre de los pueblos, los accidentes geográficos, los lugares, las anécdotas. A media ladera de la montaña situada al norte, casi recorriéndola en diagonal, Manuel nos muestra los restos de una conducción de agua de los romanos, un canal (corrugi en latín) que utilizaban para el transporte, posterior almacenamiento y desborde para que una vez lanzadas las aguas ladera abajo, arrancaran materiales acompañados de pepitas de oro. Es el método de “ruina montium”, que con tanto éxito utilizaron los romanos en Las Médulas leonesas o en las minas diseminadas por el occidente asturiano.


En pleno siglo XXI, en la época de las conexiones informáticas, en la era del dominio de internet, la marca indeleble del paso de los romanos por territorios de los astures permanece viva delante de nuestros ojos, justo por encima de la senda que recorre cuesta abajo, el rebaño de cabras de Manuel. De alguna manera se están uniendo el pasado y el presente.

Se va haciendo tarde, para Manuel y para nosotros. El tiene que acabar la jornada , encerrando las cabras en el aprisco y regresar a su casa. Nosotros tenemos que regresar al hotel, a un viejo monasterio, hoy rehabilitado, donde nos quedan muchas cosas que ver, preparar las mochilas para la jornada siguiente. Hay que madrugar y acometer la andadura por el bosque de Muniellos. Nos gustaría que nos acompañara Manuel, para recibir otra lección magistral de vida, pero él volverá una mañana más al amanecer ,con sus cabras y sus perros al monte y nosotros a completar una jornada de montaña y naturaleza entre robles, abedules, avellanos, arandaneras, serbales, piornos … arroyos y ríos. Una naturaleza totalmente restaurada después de cuatro décadas, sin que la mano del hombre tocara este bosque considerado la mayor mancha de robles de la vieja Europa.

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